The End of Time, del director suizo-canadiense Peter Mettler, es una película en cuyo centro está nada menos que la pregunta de qué es el tiempo.
¿Y cómo se aproxima P. Mettler a esta ambiciosa pregunta que ha ocupado la humanidad desde la antigüedad?
Si dejamos de lado el impactante preludio de la película que muestra el salto de un hombre desde 102.800 metros de altitud, y que no sólo apuntala ya a la percepción subjetiva del tiempo, sino que puede ser visto como una especie de alusión metadiegética al propio espectador -que al igual que el astronauta tendrá una experiencia extraordinaria mediante la película-, comprobamos que la primera respuesta es la luna.

the-end-time(web)Es precisamente con una imagen de una luna nueva que se abre la película. Una ocurrencia ingeniosa, ya que la imagen asocia tanto la concepción del tiempo como magnitud para la medición de la duración o separación de acontecimientos, como la idea, que se repetirá a lo largo de la película, del tiempo como un fenómeno lumínico, captable y visible para una cámara cinematográfica. Así, los planos que siguen a la imagen de la luna nos dejan ver una multitud de fuentes de luz, focos y lucecillas de una ciudad nocturna, señalando la pluralidad de tiempos y temporalidades existentes. Entendemos que, como ya viene siendo señalado por el título The End of Time,  el salto que vivirá el espectador a través de la película será asistir a la deconstrucción de la establecida concepción de tiempo. Seremos espectadores del apocalipsis, tema igualmente sugerido por el título, con el que efectivamente cerrará la película.
Y así como la película cierra con el apocalipsis, inicia su recorrido por distintas concepciones del tiempo, empezando por el génesis.

Junto a imágenes de árboles y bosques envueltos en una niebla sacral, escuchamos una voz en off: “In the beginnig there were no names. Things don´t have names. We made them up (…) In the beginnig there was no time, or put another way: time is all there was. You don´t always need to know the name of what you see. It doesn´t matter what time it is”.

De esta forma, Mettler hace hincapié en que hemos sido los hombres los que le hemos puesto un nombre al tiempo, que le hemos determinado y concebido; se trata nada más que de un constructo. Esta comprensión constructivista del tiempo, así como las primeras imágenes, esbozan lo que es el eje principal de la película: la deconstrucción de la concepción del tiempo. Sin embargo, lo que hace la película especialmente interesante, es que no se trata de una deconstrucción al uso posmodernista, sino más bien de un acercamiento deconstructivista que recuerda a la fenomenología transcendental. Es decir, que P. Mettler trata el tiempo como un fenómeno que investiga, negando su concepción clásica, para poder llegar a un entendimiento de este fenómeno desde la sujetividad, tal y como vivimos el tiempo más allá del calendario.

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La investigación polifónica de P. Mettler sobre qué es el tiempo -con un montaje que se caracteriza por la cadencia y el pausado ritmo de los planos, antepone una variedad de voces, disciplinas y cosmovisiones. Desde los testimonios de los científicos de un centro de investigación en Suiza donde a partir de la teoría del Big Bang intentan probar regiones invisibles del tiempo, hasta la definición de su propia madre de que el tiempo es «to enjoy everything you possibly can do», el director recorre concepciones e ideas del tiempo como naturaleza, como espacio (Einstein), como dinero (Fordismo), como fenómeno circular, como inmaterialidad que transcurre de forma distinta dependiendo del lugar y de la entidad que lo percibe, como existencia humana etc., permitiendo que siempre sean los propios testimonios sujetivos los que explican las posibles caras del tiempo. En este contexto llama la atención el lado pagano que tiene la película al dejar de lado la concepción cristiana del tiempo. Son la espiritualidad y la naturaleza que reemplazan el origen de todo y que se convierten en el gran misterio que trata de descubrir a través de la cámara. Se trata de un tema que reaparece en muchas de sus películas y que en The End of Time se expresa en una de las caras del tiempo que resulta especialmente atractiva y sugerente visualmente y que nos la encontramos en la secuencia grabada en Hawaii durante una erupción volcánica.

La lava ardiente, líquida y roja que se desliza lentamente sobre la lava dura, negra, ya endurecida por el tiempo, avanza aniquilando las plantas y ganando cada vez más terreno. Los primeros planos de este fenómeno y el llamativo contraste entre los distintos estados físicos de esta misma materia, convierte la lava en una personificación del tiempo, con cuerpo y cara.

Esta secuencia deja constancia de que P. Mettler no sólo se reduce a ilustrar las ideas con metáforas visuales. Más bien emplea la cámara como un dispositivo de investigación, capaz de captar el tiempo. Pero más allá de Bazin, Mettler no reivindica necesariamente encerrarlo o enbalsamarlo, sino mostrarlo, darle cuerpo y vida, volver visible, palpable e inteligible sus múltiples dimensiones. Así, la idea del tiempo como fenómeno lumínico introducido con la imagen de la luna, se repetirá -entre otros- mediante los planos grabados de la lava y volverá a aparecer como luz del atardecer que irradia a través de las hojas de unos árboles, llenando el plano con su cuerpo inmaterial que sin embargo parece tener la fuerza de hacer visible el tiempo para la cámara cinematográfica, de incluso emanar del mismo plano, de salirse de la pantalla.

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El propio P. Mettler hace uso de distintos métodos para interrogarse sobre la naturaleza del tiempo. En primer lugar destaca, como ya he mencionado, la utilización de la propia película como experiencia del tiempo. Pero también están los testimonios de las entrevistas, las grabaciones observacionales de la naturaleza en transformación y por último la experimentación con las imágenes para hacer translucir el tiempo a través de ellas. A pesar de que formalmente el documental no muestra características del cine ensayo, el recorrido visual por las distintas formas del tiempo incluye claramente una reflexión visual à la Montaigne. Así, la pregunta central de la película es abordada en relación con la existencia del hombre. En este contexto cabe destacar las secuencias de la generación del Rave. Si bien anteriormente la película ha venido explicando que la meditación es una posible vía para conocer la éxtasis del tiempo, las imágenes de estos jóvenes hace surgir la pregunta por qué tipo de éxtasis están siendo atrapados y qué temporalidades son las que traerá el futuro.

Finalmente, después de una aceleración extática de imágenes abstractas montadas con música tecno a un ritmo ascendiente y de forma experimental, la película desemboca en una especie de implosión mediante un largo plano invertido que muestra las ondas que deja una piedra en el agua. A continuación de esta secuencia vertiginosa, P. Mettler da una explicación que parece ser la más cercana a su propio punto de vista del tiempo y que va de mano con la comprensión de éste como un constructo que debe ser sustituido por la sabiduría de vivir. Esta idea del tiempo como vida, como conciencia vital que conlleva la felicidad del hombre, en la película es expresada a través de la siguiente cita de Dostoievski que escuchamos como voz en off: “In the Apocalypse the angeles swears that there will be no more time (…) when the whole of man has achieved happiness, there won’t be any time, because it won’t be needed. (…) Time isn’t a thing it’s an idea. It will die out in the mind.”

Aunque esta última posible definición de tiempo bien podría ser el final de la película, P. Mettler añade una más, al entrevistar a su madre, quien no sólo nos da su definición del tiempo, sino que nos asegura que cuánto más mayores nos hacemos, más rápido transcurre éste.

The End of Time es un documental poético cuyo mérito no sólo reside en ser una experiencia visual filosófica que nos hace conscientes de nuestra realidad acelerada, sino en dar un uso casi experimental a la imagen cinematográfica. Como J. Epstein u otros tempranos teóricos de la imagen en movimiento, P. Mettler logra mostrar la singularidad del medio cinematográfico al volver visible la inmaterialidad del tiempo.

Madalina Stefan