Por Guillermo G. Peydró. 

Eric Pauwels (Amberes, 1953), cineasta, escritor y profesor de la prestigiosa INSAS, la escuela de cine de Bruselas, es uno de los grandes maestros belgas del cine-ensayo. Su investigación cinematográfica se organiza a partir de tres formas sucesivas: la filmación de la danza, la «semi-ficción» y el ensayo. Las tres aparecen ya desde sus primeros años de trabajo y van entremezclándose hasta dejar paso nítidamente a la tercera, que será la forma única de sus películas de los últimos veinte años. Alumno de Jean Rouch en la Sorbona, de él aprende la capacidad del dispositivo cinematográfico para la etnografía, que será el punto de partida de todo su cine.
Cada experimento fílmico de Pauwels va sedimentando y contaminando sutilmente las obras posteriores, cruzando géneros y formatos hasta desembocar primero en una fascinante película-síntesis, Les rives du fleuve (1991), donde cabe la danza, la ficción, el documental etnográfico, el relato oral de países remotos o la puesta en abismo de todo el conjunto, para llegar dos décadas después a su obra maestra, su película río de relato encadenado, uno de los film-ensayos más rotundos realizados: Les films rêvés (2010). Esta película supondrá la culminación y resumen de toda una carrera, y también de una propuesta personal dentro del campo del cine-ensayo, donde el control de los recursos de este género alcanza un verdadero virtuosismo.
En sus ensayos, Pauwels escribe en primera persona, reorganiza permanentemente los materiales de su memoria, juega con el montaje, relata viajes a países remotos e imagina puestas en escena en la intimidad del hogar, heredando el acto de transmisión del relato oral en todas las civilizaciones. Sin salir de su «cabaña de montaje» al fondo de su jardín, funde espacios y tiempos, dibuja mapas, colecciona objetos y sabe que el cine sirve también, sobre todo, para realizar la solitaria travesía del duelo.

I.
El cine de Eric Pauwels comienza con el descubrimiento del viaje y el cuerpo: el cineasta estudia para su tesis con Rouch los rituales de posesión en Indonesia, y a partir de ellos imagina una traducción fílmica del cuerpo en tanto que entidad sujeta a pulsiones rituales que trascienden la actuación teatral, el personaje, la máscara. Traducciones, por tanto, que trascienden el cuerpo del hombre y mujer que danzan, siendo Pauwels un cuerpo en movimiento más, inscrito entre ellos, como en Violon Phase (1985) o Trois danses hongroises de Brahms (1990). Traducciones que trascienden, también, el cuerpo de los actores en sus películas de «semi-ficción», con los que interactúa lúdicamente como uno más, viajando, corriendo con/entre ellos, como en Un film (1986) o La fragilité des apparences (1995).

II.
Poco a poco se abrirán paso decididamente el relato de viajes y la palabra, que ya habían aparecido en secuencias específicas de Les rives du fleuve (1991) y La fragilité des apparences (1995), y la voz rotunda de Pauwels se instala como elemento decisivo para la organización de sus reflexiones fílmicas bajo el signo de la forma ensayo. Ya su Voyage iconographique : Le Martyre de Saint-Sébastien (1989) era una muestra redonda de film-ensayo sobre arte, una relectura en primera persona de un motivo iconográfico, que contaminaba toda posible objetividad de análisis con la mirada encarnada, la memoria de la imagen desde la propia infancia, la grabación muy física de las obras dentro de un viaje con tintes iniciáticos. Desde 2002, el cineasta se decantará finalmente por esta forma, llevándola a un grado de perfección poco común con la modulación de tonos que van de lo lúdico a lo melancólico en su «Trilogía de la cabaña», compuesta por Lettre d’un cinéaste à sa fille (2002), Les films rêvés (2010) y La deuxième nuit (2016). Tras la trilogía, y cerrando su filmografía hasta el momento, su Journal de septembre (2019) propone un programa específico de reinterpretación del género del diario autobiográfico; un diario que es una declaración sobre la formación de un punto de vista personal y comprometido con el mundo por parte de un humanista que ha desarrollado en cada etapa de su trabajo una muy consciente pedagogía de la mirada.

El cine-ensayo imaginado por Pauwels es un cine de la intimidad, de la complicidad, donde las películas son con frecuencia, como sus libros (Le voyage de Gaspard, 2008; Quand j’étais petit les cosmonautes vivaient aussi longtemps que les chênes, 2016), regalos a sus familiares. En el recorrido de sus ensayos, desde Le martyre de Saint Sébastien (1989) al Journal de septembre (2019), se dibuja un autorretrato cautivador, un esbozo de autobiografía por fragmentos incompletos donde el propio Pauwels, sus hijos y su madre aparecen iluminados con especial intensidad, donde la complicidad con Jean Rouch se hace nítida (ante todo en la Lettre à Jean Rouch y en Les films rêvés), y donde aprendemos que el acto de filmación y montaje pude ser reinventado en una permanente primera vez.