Sobre la película Soc filla de ma mare de Laura García Pérez en el Ciclo DOCMA de junio de 2024, por Ruth Somalo
La cineasta Laura García Pérez comienza su documental Soc filla de ma mare con la llamada a un padre ausente que le cuelga el teléfono, y con la conversación con su madre que desvela que se ha desecho de las fotos familiares. Aún así el material de archivo que continúa existiendo (los vídeos familiares y las fotos) permite a la cineasta realizar la excavación arqueológica emocional necesaria para ordenar sus experiencias de infancia y sus emociones de adulta a través del proceso cinematográfico.
“La gente se deshace de aquello que no le aporta nada bueno” nos confiesa la madre de la directora, mientras se nos va informando del interés de Laura de contactar con su padre como motor de esta historia que se nos cuenta con soltura en presente y en pasado, paralelamente.
En un momento de la película vemos que la madre obligaba a la niña Laura a hablarle a la cámara como si fuese su padre, ya que la relación que existía se basaba exclusivamente en las comunicaciones a través de grabaciones en vídeo en las que se pretendía aparentar una normalidad y armonía familiar inexistente. Las palabras de la madre de Laura al justificar la destrucción de las fotos “como si fuese esto una familia” nos remiten a la tensión con la que se ha vivido la ausencia del padre y la desilusión tras la desintegración total de su relación.
La propia Laura y su madre juegan a pasarse la cámara, a filmarse y a reflejarse mutuamente la una en la otra en un gesto de reparación colectiva que se remarca al hacer visible el dispositivo cinematográfico, que por otro lado ha vertebrado la relación entre padre, madre e hija, y a predispuesto a Laura a la realización cinematográfica.
Durante 10 años, madre e hija estaban embarcadas en el proyecto de hacerle películas a su padre para que se las llevara a China, bailar y cantar para él mientras el padre disfrutaba de su vida alejado de ellas para no agobiarse.
La académica y cineasta norteamericana Michelle Citron sugiere que las películas caseras construyen “ficciones necesarias” que se utilizan para dar forma a narrativas específicas, en este caso la ficción de una vida familiar armónica en la que los afectos estaban intactos. Cuando las grabaciones de vacaciones y reuniones familiares, obligatorias para Laura como protagonista, se convierten en material forense al ser re-examinadas y utilizadas por la directora para hacer esta película, ocurre una re-significación que la empodera para contar y contarse la realidad de su propia experiencia.
Laura se expone emocional y físicamente, desdoblada en niña y mujer, haciendo gala de una fragilidad que desarma y que nos afecta como espectadores. Una fragilidad que nos incomoda, invitándonos a participar de las experiencias íntimas que se nos presentan en la pantalla. Una película valiente, sincera y necesaria.
Ruth Somalo