A menudo, por su uso cotidiano y la practicidad del momento, se nos olvida reflexionar sobre el significado pleno de las palabras, cómo se conforman y la carga de sentido que conllevan. Una comunicación rápida e instrumental hace acogernos al sentido más práctico y gráfico de las mismas, mientras que éstas, en su mayoría, encierran un mundo cargado de historias, lleno de matices que podrían transportarnos a una infinidad de tiempos y lugares. Así, la palabra viaje no sólo alude a la acción de trasladarse físicamente de un lugar a otro, sino que, como suele suceder cuando buscamos en los arcanos de su historia, de su etimología, encontramos una realidad mucho más compleja y rica. En este sentido, viaje proviene del vocablo latino Via, que significa camino, lugar por donde transitar, pero más allá de un tránsito meramente físico, la palabra también nos invita a pensar qué implica la acción de eso mismo que se lleva a cabo, que no es sólo físico, sino también temporal y experimental.
De este modo, después de visionar la última película del director gallego Marcos Nine, El viaje de Leslie, el espectador se da cuenta de que no se ha acercado a la simple narración del último viaje en la vida del afamado actor de Hollywood Leslie Howard, como podría aludir el título; un trayecto fatídico en avión, en mitad de los convulsos años de la Segunda Guerra Mundial, que le conduciría hasta la muerte. En esta ocasión, la palabra se expande más allá de su significado directo para invitarnos a una realidad mucho más plural que se desdobla en múltiples caminos: no sólo se presenta un trayecto en avión, sino que a su vez se retratan partes claves de la historia del cine y de la historia mundial del siglo XX.
Así, con esta película el espectador podrá embarcarse en varios viajes que, de una u otra forma, le harán reflexionar sobre cómo se conforma nuestra memoria y nuestra historia. Ya en el inicio del film una voz que nos acompañará de forma intermitente como hilo conductor expondrá una reflexión clave: “La historia es una fortaleza construida de olvido, una imagen, un reflejo, un espectro que cambia con el paso del tiempo”. Marcos Nine recurre a un hecho muy concreto para comenzar a tirar del hilo y penetrar en ese complejo espectro, ese prisma inabarcable cargado de misterios. La película comienza así en las costas gallegas, con una imagen en alta definición y textura contemporánea, cerca del monumento-homenaje a Leslie Howard, construido después de que su avión KLM Dakota DC3, más conocido como Ibis, fuese abatido por un escuadrón alemán en julio de 1943. A partir de presentar este misterioso suceso, que a día de hoy todavía no ha llegado a resolverse, El viaje de Leslie cambia de formato para introducirnos en la estética de las películas de los años 30 y 40. Es entonces cuando Nine ofrece al espectador un complejo trabajo de montaje con el que rastrea una enorme cantidad de películas interpretadas por el mismo Howard, junto con otro material de archivo tan variado como El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl, y diversos films o documentales que cuentan con la presencia de artífices claves de la historia europea, como Hitler, Goebbels, Churchill o Franco. Mientras que las películas del actor van reconstruyendo su compleja psicología y su historia personal, emparejando casi de forma surrealista realidad y ficción, el resto del material se irá yuxtaponiendo para recordarnos los acontecimientos que marcaron el destino del siglo XX: las dos grandes Guerras Mundiales.
El viaje de Leslie se convierte de esta forma en una propuesta marcada por el misterio y la intriga que nos invita a preguntarnos, ¿cuántas historias diferentes se pueden construir a partir de una historia?, o, lo que podría ser lo mismo, ¿cuántos puzles diversos cabrían dentro de un gran puzle?. Es decir, ese gran puzle, ordenado y estructurado, que tiende a definirse como la Historia en mayúsculas, parece haberse caído y desbaratado en presencia de Nine quien, a partir de los miles de pedazos, hace un trabajo sorprendente de reconstrucción tanto real como imaginaria. Todo ello con el fin último de conocer más en profundidad al complejo personaje de Leslie Howard y enfatizar sobre las fatídicas consecuencias de la Guerra. Y es que Howard no sólo fue hijo de padre judío -lo que les hizo cambiarse de apellido con el fin de no ser perseguidos-, sino que también fue combatiente en la Primera Guerra Mundial, afamado y reconocidísimo actor de Hollywood, hombre de familia y don juan empedernido, propagandista antinazi y, muy probablemente, aunque este dato no esté confirmado, espía británico.
Por tanto, si se asumen todas estas facetas y se recupera de nuevo el juego etimológico, se podría decir que Leslie Howard fue el mejor de los intérpretes. Porque, también proveniente del latín, Interpres, no es otra cosa que el negociador, el intermediario. Así, Howard, a través de cientos de papeles de cine, no sólo fue el intermediario para que los espectadores de una época conociesen otras formas de vida y pensamiento, sino que también fue un agente, un negociador político en la Segunda Guerra Mundial: ese personaje que Goebbels definió como el “más peligroso propagandista británico”. Y es ahí donde reside el misterio de su último trayecto en avión que se truncaría en las costas gallegas: ¿El accidente fue fruto de una equivocación o tenía claros intereses políticos? Llegamos pues al final de El viaje de Leslie para volver de nuevo, desde las texturas de los antiguos films de una época ya pasada, al formato de alta definición, a nuestra imagen del presente y, de nuevo, a una frase que nos hará reflexionar: “Puede que nunca sepamos cuál fue el último papel de Leslie Howard. Solo quedan pedazos y el tránsito de un gran viaje”; un viaje que no sólo ha sido el suyo, sino también el de tantos otros de la historia, del cine, y también el nuestro propio como espectadores, porque viajar es una realidad amplia y compleja que nos invita a desplazarnos, a caminar de varias maneras, más allá de su simple concepción física e inmanente. Tal y como señalaba el mismo Howard en Britania os habla, el programa de radio en el que participaba durante la guerra, caminar-transitar-viajar es sinónimo de vivir y de tomar decisiones: “La palabra dicha, la vida pasada, y las oportunidades desaprovechadas. No hay segunda oportunidad. Cada camino que tomamos, cada elección que hacemos está hecho, y hecho para siempre”..
Nayra Sanz Fuentes
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