Sobre Alma Anciana de Álvaro Gurrea, obra ganadora del Premio Docma en el Festival de Ibizacinefest 2022, por Víctor Fernández López.

¿Cómo clasificar una ópera prima que se atreve a adentrarse en terrenos tan espinosos como las tradiciones, las creencias y el progreso desde una mirada a medio camino entre lo etnográfico y lo sobrenatural?  La  ópera prima de Álvaro Gurrea tantea estos caminos con una mirada absolutamente perfilada y fiel tanto a sus referentes como a la eterna odisea que plantea su historia. A medio camino entre el documental y la ficción, la visión de los mineros de azufre de Kawa Ijen (Indonesia) con la que comienza la película, tras un breve prólogo dónde observamos como el protagonista es abandonado por su mujer, Alma anciana se sumerge en un extraño y somnoliento ritual de transformación donde la monotonía y rutina de los habitantes de sus tierras se ve alterada por los progresos neocoloniales que cubren la original repetición de su tríptico sisífico.

Como una historia  de Hong Sang-soo, donde las pequeñas variaciones de una misma historia (Ahora sí, antes no) hacen cuestionarse los detalles y transformaciones, Yono, el protagonista de Alma Anciana, vaga en sus tierras repitiendo una y otra vez los mismos acontecimientos de abandono de su esposa, aferración a una creencia o salvación y desenlace funesto respecto a sus intentos de recuperarla, con una puesta en escena que nos conduce a cineastas asiáticos tan determinantes y sugerentes como Apichatpong Weerasethakul,  Lav Díaz, Hong Sang-soo o Tsai Ming-liang. Su observación tranquila y reposada de los espacios, así como la concreción de la cámara a la hora de situarse en los mismos lugares, en los puntos determinantes que se repiten en las tres fases de la historia, convierten a la cinta de Gurrea en un extraño y llamativo híbrido.

Además de su puesta en escena, la construcción de una historia que pasa sin intenciones sutiles por unos mismos apartados de transformación, convierten lo que podría ser una  película etnográfica o sobrenatural, en una cinta  política donde la mirada del director se funde con el animismo, el Islam y el capitalismo, explorando cambios físicos de una misma tierra de una forma que solo el cine puede conseguirlo: sin manipular el espacio o el tiempo, situándose en los mismos parajes, sin elipsis, para redescubrir a los mismos personajes y situaciones desde diferentes creencias y alteraciones memoriales. El progreso, el neocolonialismo y los mitos dándose la mano en una extraña mixtura de inmersiones espirituales, fe y radical lentitud que refleja sin concesiones, el eterno retorno en el que estamos condenados a vivir.

Víctor Fernández López