Sobre el cortometraje Els Buits (Los vacíos) y el largometraje Bastarda de Emilio Egea en el Ciclo DOCMA de septiembre de 2025, por Santiago Varela Antúnez

 

El machismo estructural ha condicionado de manera decisiva el devenir de la sociedad y la configuración de los roles de género a lo largo de la historia. En el caso español, durante la dictadura franquista la represión alcanzó su máxima expresión, tanto en el plano ideológico como en el moral. Las mujeres fueron las principales víctimas de este sistema, que anuló los avances logrados durante la Segunda República y las relegó a un modelo de vida centrado exclusivamente en la maternidad y el ámbito doméstico. De este modo, se clausuró cualquier atisbo de apertura hacia la emancipación femenina.

Los documentales Els buits y Bastarda articulan sus relatos a partir de las voces de mujeres que vivieron en aquel periodo y que transmiten sus experiencias a hijas y nietas. Se trata de una herencia vital que, a través de la palabra, rompe con el silencio impuesto tras el pacto democrático de la Transición. De este modo, estas mujeres encuentran en el relato oral un medio para liberar la memoria de los traumas del pasado. Ambos proyectos se inscriben, por tanto, en el marco de la recuperación de la memoria histórica, al situar al espectador ante la necesidad de conocer y reconocer las experiencias de quienes fueron silenciadas, con el fin de evitar la repetición de los errores históricos.

Els buits ofrece un retrato exhaustivo del Patronato de Protección de la Mujer, organismo dependiente del Ministerio del Interior que funcionó entre 1941 y 1985, íntimamente ligado a la moral religiosa y al control social. Muchas mujeres que luchaban por sus derechos fueron internadas en centros de reclusión de carácter religioso por conductas consideradas “moralmente inadecuadas”, donde sufrieron vejaciones y abusos. La exploración de esta realidad se prolonga en Bastarda, cuyo eje narrativo parte de la historia de una mujer no reconocida por una familia adinerada, que hereda los bienes materiales de la misma cuando ya es mayor. Este relato marco permite a Emilio Egea reconstruir la vida de la mujer rural bajo el franquismo a través de los testimonios intergeneracionales, en los que madres y abuelas transmiten a hijas y nietas las experiencias de una existencia marcada por la subordinación y el silencio.

Ambos documentales recurren a materiales de archivo como soporte narrativo, sobre los que se superponen las voces de las protagonistas. Este recurso otorga centralidad a la palabra femenina y refuerza el carácter testimonial de las obras, que se convierten en un ejercicio de reparación simbólica y en un instrumento de preservación de la memoria colectiva. Sus relatos conmueven al espectador y evocan inevitablemente las vivencias de madres y abuelas, mujeres que padecieron un sistema represivo sustentado en el miedo y la violencia para sofocar cualquier atisbo de disidencia o emancipación.

Els buits y Bastarda constituyen, en definitiva, dos propuestas cinematográficas de gran relevancia social y cultural. Ambas contribuyen a visibilizar una parte de la historia sistemáticamente silenciada, reivindicando la necesidad de escuchar las voces de las mujeres y de reconocer el peso de la memoria en la construcción de una ciudadanía más consciente y crítica con su pasado.

 

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