Sobre la película Velocidad de Escape (2023) de Carmen Torres en el Ciclo DOCMA de diciembre, por Ruth Somalo

 

En física cuántica, la velocidad de escape es la velocidad que necesita un cuerpo para desprenderse de la atracción de otro, pero ningún cuerpo puede escapar de la masa de un agujero negro. Tot, que filma nubes, y que va a fumar a la playa en albornoz, se nos presenta como luminosa y reflexiva protagonista de un amor entre mujeres que despierta la curiosidad fílmica de su ex pareja. Carmen y Tot hace 10 años que no están juntas pero se acompañan durante el proceso de enamoramiento y desamor de Tot en un retrato documental marcado por una bella estela de vulnerabilidad y honestidad dramática. 

Sin pretensiones ni estridencias, Carmen Torres retrata momentos de alegría exuberante, de placer sexual y de melancolía existencial en sus amigas, mientras va sumando su presencia tras la cámara al tejido de una pequeña comunidad emocional en la que se incluirá también la productora y co-escritora Marta Andreu.

La triangulación que ocurre entre la carismática protagonista Tot Romero frente a la cámara, la cineasta Carmen Torres detrás del objetivo y el objeto del amor de Tot, Maga, genera un espacio de afectividad que invita al espectador a participar de una relación de amistad profunda y de un sugerente aprendizaje emocional.

Las conversaciones sobre recuerdos, experiencias, sensaciones e ideas en torno al desamor avanzan la narrativa de una historia existencial queer contada desde la empatía y el cuidado, y que está regada de momentos poéticos y de pasajes kinestéticos en los que la estupenda y cuidada banda sonora completa el relato.

Entretenida, explícita, optimista y entrañable, esta película, que ha pasado desapercibida en el circuito español de festivales, nos invita a repensar el compromiso, la libertad, la responsabilidad y la convivencia, dotándonos de herramientas para lidiar con el impacto del amor.

 

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