Sobre la película Room without a view de Roser Corella en el Ciclo Docma de marzo, por Santiago Varela Antúnez.

Mujeres libres e iguales, eso es lo que queremos y por lo que luchamos en el siglo XXI. Si bien es cierto que desde hace unos años se ha conseguido avanzar en la obtención de derechos de la mujer y la concienciación general de esta problemática, se ha seguido perpetuando un machismo encubierto bajo las propias «necesidades» capitalistas. Roser Corella nos lleva al Líbano, un país que resurgió de sus cenizas tras la guerra y que tiene un sistema social basado en las apariencias, lo que, en la vorágine capitalista, les ha obligado a necesitar la ayuda de una persona para la limpieza del hogar. Las tareas que antes desempeñaban las madres, ahora las realizan otras mujeres, trabajadoras del hogar que son tratadas como esclavas, que deben cumplir todo aquello que se les pida por qué se les aporta techo, comida y dinero. Una especie de encarcelamiento, en el que mujeres racializadas son despojadas de todo tipo de dignidad, explotándolas laboral y, en ocasiones, sexualmente.

Roser Corella analiza de forma muy concisa esta problemática social, partiendo del origen de esta reciente «costumbre», atravesada directamente por las opiniones de empleadores y empleadas, que callan por miedo a que les exporten a sus países de origen. Estos silencios son plasmados a través de imágenes del entorno en el que se mueven estas trabajadoras, ciudades enteras con un sistema fallido que provoca el suicidio diario de mujeres que no aguantan semejante explotación. Un engaño mundial que nace en los países de las empleadas del hogar, donde acuden a escuelas para aprender aspectos básicos de limpieza e inglés, para poder comunicarse con sus empleadores.

Roser Corella siempre consigue sorprendernos con el crudo retrato de relatos en los que las mujeres sufren la violencia de sistemas machistas, en países en los que aún siguen teniendo mucho peso las tradiciones y las costumbres. Esto ya lo pudimos ver en Grab and run (2017), donde existe una tradición en la que los hombres secuestran a mujeres para casarse con ellas y despojándolas de su vida pasada. Historias que ayudan a dar voz a problemáticas en las que las mujeres son esclavizadas de una u otra manera y que centran su foco en explicar el conflicto de forma completa. Al no centrarse exclusivamente en el punto de vista de las víctimas, crea obras llenas de objetividad, buscando la comprensión de las nuevas generaciones, para que no caigan en los mismos errores y estén advertidas de las implicaciones de ciertas tradiciones.

A esas empleadas del hogar racializadas, a las que muchas familias del Líbano les deben la vida y que son explotadas injustamente, a ellas les dedicamos el 8 de marzo para rendirlas tributo, y comprender, que el futuro debe ser igualitario y que no hay cabida a cualquier tipo de esclavitud.

Santiago Varela Antúnez @santi_vaan