RECUPERAR EL SENTIDO DEL TIEMPO: LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA COMO CASO DE ESTUDIO
«En días de lluvia, en días de niebla, en invierno, sobre todo, cuando el sol parece esconderse para no señalar las horas, los pastores y leñadores perdían, dentro del bosque, el sentido del tiempo.»
El sentido del tiempo (L’esma del temps), de Alexandra Garcia-Vilà, Marta González y Marta Saleta, observa con intensidad de laboratorio un caso de estudio de democracia participativa. Observa sus hitos políticos, sus dudas, sus éxitos y también sus problemas. El final del experimento, al llegar a los créditos, puede ser desmoralizante o profundamente pedagógico. A 40 kilómetros de Barcelona, en el pueblo de Figaró-Montmany gana en 2011 las elecciones municipales, por tercera vez, una asamblea ciudadana, la CAF (Candidatura Activa de Figaró). Es su primera vez con mayoría absoluta. Las tres cineastas llegan en ese momento del desarrollo del experimento, y lo que desfila ante sus ojos parece ciencia-ficción: toda la ciudadanía está implicada en debates sobre iniciativas de mejora del pueblo, prioridades de inversión, desarrollo de presupuestos. Se reúnen en colegios, lanzan ideas, señalan ausencias. En cada rincón hay carteles que anuncian instalaciones o espacios públicos construidos o recuperados por la iniciativa ciudadana. Niños y niñas debaten con asombrosa inteligencia democrática sobre si renovar el césped del campo de fútbol revierte en beneficio de todos, o sólo de unos pocos. Los adultos debaten en asambleas si el gasto en bombillas de Navidad para las calles debería tener prioridad cuando hay vecinos que tienen problemas para pagar el alquiler; y el equipo de gobierno le dice a la Generalitat que no van a quitar al médico del ambulatorio tres días a la semana en verano, que no van a bajar salarios ni eliminar derechos, como les piden en una nueva tanda de recortes, porque tienen otras soluciones para gestionar su presupuesto.
La película toma como muestra el período 2011-2014. El paisaje democrático que encuentran al llegar las cineastas es el resultado de ocho años de trabajo sin mayoría absoluta, haciendo frente a ataques de todo tipo. Pero los problemas principales aparecerán a partir de esta mayoría absoluta, y son más inesperados e indirectos; también son de los que más se puede aprender, con vistas a futuras experiencias: la progresiva falta de implicación de la ciudadanía, que se acostumbra a esos avances y no quiere dedicar tanto tiempo (o apenas tiempo) a las decisiones colectivas, la diferencia entre percepción ciudadana y datos objetivos, la divergencia entre lo que el equipo de gobierno cree que es más necesario y lo que las votaciones puntuales exigen a los gobernantes, la angustia de no cumplir con las expectativas de los votantes y con las propias de los miembros, y sobre todo la falta de voluntarios para ocupar las candidaturas a las listas de la formación, intuyendo el desgaste y la energía con la que tendrán que implicarse.
En contrapunto a la observación en forma de cine directo de esta experiencia colectiva, las directoras reflexionan con un cambio de textura de imagen sobre la idea de tradición, sobre cómo este experimento es precisamente una ruptura de inercias enquistadas para intentar imaginar nuevas formas de convivir en sociedad, que superen los problemas endémicos de las formas anteriores. Intercalan imágenes de tradiciones populares, acompañadas de citas de una novela de 1901 que habla sobre la idea de tradición en la región; una tradición, unas tradiciones, donde cada generación perpetuaba los mismos ritos que las anteriores, automáticamente, por el simple hecho de ser tradiciones. «(…) los pastores y leñadores perdían, dentro del bosque, el sentido del tiempo.» Quizá haya que salir por un momento del bosque, de la inercia, de la rueda que gira dejándonos sin opciones de futuro mientras nos dedicamos a otra cosa y pensar, imaginar, hacer de manera distinta. El relato de la película termina en diciembre de 2014 con una CAF desinflada. En nuestra presentación en Cineteca tendremos la oportunidad de preguntarles a las directoras por la continuación de ese proyecto político más allá de los créditos de la película, en qué situación perciben desde su posición externa que se encuentra hoy la CAF ante las elecciones municipales de mayo, y sobre todo, qué semillas creen que ha plantado esta experiencia en esos habitantes, desde los niños hasta los ancianos, para que el ejercicio activo de la democracia, más allá de la plataforma concreta de la CAF, no tenga vuelta atrás.
«Éramos pequeños y pobres, y estábamos condenados a seguir así per saecula saeculorum. Y de pronto unos jóvenes dicen que se puede hacer un centro cívico, una política ambiental, una política de agua, una política urbanística…Y después de nueve años, se ha visto que sí era posible (…) Hay una dinámica de pueblo que ya está aquí para quedarse», dice uno de los anteriores alcaldes –que rotan en cada legislatura– al inicio del documental. El reto, como aprendemos durante el metraje, no es llegar al poder, sino mantener la cercanía y la implicación colectiva.
Guillermo G. Peydró
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