En el último pase que DOCMA programaba en Cineteca, De aquí e de acolá, podíamos ver un cortometraje titulado Fantasmas #1 de Ángel Santos Tuoza. En él el autor parte de fotografías e imágenes en Super-8 propias para implementar el recuerdo borroso de su infancia. En el caso de la primera de las películas que componen el programa A la sombra del 20N, Sandra Ruesga va más allá utilizando sus imágenes del pasado para tratar de recuperar una memoria ajena: la de sus padres.
Haciendo memoria (2005) forma parte de un proyecto más largo titulado El dictador y yo motivado por una asociación de memoria histórica y coproducido por TV3. Se trataba de que jóvenes realizadores que no hubieran conocido a Franco elaboraran piezas audiovisuales sobre su visión del dictador en el treinta aniversario de su muerte. Sandra Ruesga ligó al proyecto una motivación personal: su vinculación infantil con el Valle de los caídos. “De niña mis padres me llevaban allí a merendar y hasta muy tarde no me había dado cuenta de que era la tumba del dictador. Encontré a la productora del proyecto y vimos claro que nuestras líneas de trabajo iban en la misma dirección“.
La autora partió de las películas en Super-8 que su padre tomó aquellas tardes y probó a grabar a sus hijos y a sí misma en los mismos lugares. Pero fue tras ver una película de Alan Berliner titulada Nobody´s bussiness (1996) en la que el autor indaga en la vida de su padre cuando Sandra decidió telefonear a los suyos tres días antes de la entrega del proyecto. Nunca antes había hablado con ellos sobre su alineación frente al franquismo. Aquella conversación vertebra Haciendo memoria.
La propia autora trata de ponerse en la piel de sus progenitores para comprender su postura: “Es muy difícil que nuestra generación luche por una memoria que no es la nuestra sino la de nuestros padres con tantas cosas por las que luchar hoy en día, pero hacer memoria debe ser una postura necesaria. No hacer memoria permite que quien nos gobierna pueda crear una desmemoria en favor de sus intereses. Se haba de las tres Españas: La de los militantes, la de los opositores y la de los no alineados que se taparon los ojos. Quién sabe qué habría pasado si hubiéramos tenido que alinearnos en esa época teniendo que velar por nuestras familias. Puede que hubiera optado por mirar a otro lado yo también sólo por mis hijos y no como una decisión propia. Es eso en concreto lo que me enfada de mí misma: que no me hayan enseñado a luchar de otra manera“ .
No es casual que otro trabajo de Sandra Ruesga titulado A través de sus ojos (2012) esté dedicado a la anulación de la propia personalidad que supone ser madre. Los progenitores miran a través de los ojos de los hijos, olvidando en ocasiones su concepción del mundo. Pero este hecho que puede suponer un inconveniente para algunos es también una oportunidad para otros. Siendo padre se puede partir de cero y construir bajo la nueva generación la redención de la anterior.
Uno de los grandes documentalistas de la memoria, Patricio Guzmán, habla con cierto alivio en Nostalgia de la luz (2010) de la generación que vendrá al mundo y que sólo conocerá a Pinochet por la memoria de otros. Vemos así como memoria y desmemoria son dos posturas complementarias para la supervivencia. Haciendo Memoria es un cortometraje de gran sencillez formal y de profundo calado, en un tema sano de tratar alguna vez con nuestros padres. Al fin y al cabo un reproche generacional acaba siendo un reproche contra nosotros mismos.
El mismo escenario es el marco de la segunda propuesta del programa: A la sombra de la cruz (2012). Alessandro Pugno, nacido en Turín, quedó prendado de España tras cursar una beca Erasmus en Sevilla. Quedó impactado cuando por primera vez visitó el Valle de los caídos en una excursión a El Escorial. La estética del lugar podría inspirar tanto una película de ciencia ficción como un documental observacional. Sin demasiados apoyos financieros comenzó a rodar en la abadía y escolanía benedictina de la Santa Cruz del Valle de los caídos en un proceso que duró unos cuatro años. “Pocas veces se habla de Europa buscando la imagen del otro. Hay ciertas modas en documental, como la tendencia a hacer películas sobre inmigración. Extraña que un italiano se interese por un tema que efectivamente es muy español, pero desde mi punto de vista el Valle de los caídos es un símbolo del catolicismo y de una manera de entender la religión.“
Una de las primeras secuencias de la película nos muestra a unos escolanes jugando al frontón en una de las paredes del patio central del complejo. Más adelante asistiremos en el mismo espacio a una misa rodeados de nieve y, tras la llegada de la primavera, a la invasión de un rebaño de vacas en las zonas verdes del lugar. El paso de las estaciones marca pequeños hitos en un espacio aislado que funciona como un bucle. Las personas pasan pero los roles permanecen. Las imágenes que vemos bien podrían haber sido rodadas hace treinta o cuarenta años con la diferencia de que vistas hoy refuerzan la idea de isla virgen del tiempo. Ese estatismo y sus pinceladas surrealistas han hecho que algunos lean posibles influencias de cineastas como Buñuel en El ángel exterminador (1962) o el Saura de La prima Angélica (1973) mientras que a mí me recordaron a los patrones del Resnais de El año pasado en Marienbad (1961). Lo cierto es que las imágenes documentales tienen el poder de generar ideas que a muchos nos parecen homenajes. Sin embargo el propio autor niega estas influencias y se abraza a la mirada documental de Werner Herzog y a su manera de entrar en una comunidad y retratarla.
Ante los que etiquetan como observacional a A la sombra de la cruz, Pugno antepone el adjetivo expresionista. Por el montaje, la puesta en escena y los espacios retratados, su autor encuentra un ritual y una escenografía natural que imprime una estética concreta a la película. La fotografía se envuelve de penumbras en las celdas de los monjes, y el ambiente diegético se llena de los cantos litúrgicos en el templo. Idéntico acercamiento observacional a una patrulla de policía, a una escuela rural o a un asentamiento de migrantes en espera de regularización por ejemplo, impondría distintas estéticas. Alessandro Pugno tiene claro que El gran silencio ya nos habló de la vida monacal y que A la sombra de la cruz quiere tratar otros asuntos.
Hacer una película subjetiva desde lo observacional es una tarea tan complicada como articular un buen guion de cine de ficción. En este caso el autor no trata de ser invisible ante la realidad que registra. A la sombra de la cruz cuenta con un guion previo y unas acciones pactadas con la comunidad residente. Los juicios de valor de cada espectador sobre lo que vemos nacen no de la realidad sino del planteamiento que se nos ofrece de la misma. “La subjetividad en una película se refleja en la manera de retratar.“
Pugno emplea dos estrategias de acercamiento a los hechos. Utiliza la dolly en los momentos corales y rituales, aquellos en los que las circunstancias invitan a flotar junto a los acontecimientos. En cambio usa la cámara en mano para mirar de manera más cercana y fresca; una introspección psicológica en lo individual que se filtra desde la colectividad impuesta por las normas. “Un monje no podía ser el protagonista por la dificultad de identificación por parte del espectador, por eso elegí a los niños y a los dos novicios que ingresaban aquel año en la abadía. Pensé en no identificar demasiado a estos personajes, ya que hacerlo era un límite para mí, así que traté de invertir ese límite para ponerlo a mi favor. De esta forma podía retratar un coro. Una coralidad en forma de la voz de los niños o los monjes. Una voz unívoca en un lugar en el que la individualidad se arrincona en pos de la comunidad.“
Se agradece la naturalidad con que el autor habla de problemas arraigados en nuestra sociedad. Son herencia directa de generaciones anteriores como veíamos en Haciendo memoria. “En este lugar atemporal, en un momento dado, la realidad llama a la puerta cuando se ordena el cierre del templo por la seguridad del visitante ante el mal estado de las instalaciones. El Valle de los caídos se convierte entonces en el símbolo de resistencia de un colectivo que se opone a estas medidas que parten directamente del gobierno de Zapatero y que muestra las fracturas que aún permanecen abiertas entre las dos Españas.” Mientras Sandra Ruesga sólo puede juzgar un conflicto desde lo personal porque como a muchos de nosotros disociar vida y política le resulta imposible, Alessandro Pugno aporta una visión externa y liberada de autocensura con el conocimiento y la cercanía histórica que su país siempre ha tenido con el nuestro. Dos películas complementarias en la cartografía de una herida aún abierta a la sombra del 20N.
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