Sobre Los Hijos

En medio del campo, tres jóvenes graban a un señor que les cuenta historias sobre viejos crímenes ocurridos en la región. Uno de los jóvenes maneja la cámara. Otro graba el sonido. El tercero graba, a lo lejos, a los dos primeros y al señor, quien sigue hablando de rebaños robados y pastores asesinados. “Es posible”, indica el señor, “que a uno de los muertos lo hayan enterrado justo a los pies de este roble”. En ese preciso momento, la cámara que lo graba se desatiende del testimonio, se eleva y empieza a grabar las nubes que avanzan cubriendo un monte cercano. El señor sigue hablando pero ya sólo vemos las nubes en primer plano. El señor invita a los jóvenes a visitar el “pozo de los fusilados” del lugar. Uno de ellos señala “yo me quedo aquí grabando unos planos”, mientras empieza a registrar los árboles del lugar, sus ramas y la luz que se filtra entre ellas.

Los jóvenes son los miembros del colectivo LOS HIJOS, colectivo audiovisual compuesto por Javier Fernández Vázquez, Luis López Carrasco y Natalia Marín Sancho. El encuentro con el señor del campo es una de las escenas de su película Los materiales y vale la pena rescatarla aquí porque contiene mucho de los elementos que definen la exploración en la que ellos están embarcados desde que salieron de la escuela de cine con ganas de hacer películas.

Ellos son hijos del documental observacional que contempla las regiones rurales de manera bucólica, inocente, idealizada. Son hijos del documental contemporáneo formalmente impecable, del que puede expresar grandes interpretaciones de la realidad a través de pulcrísimos encuadres. Pero mientras sus padres viven el cine con gran seriedad, ellos ponen en entredicho formas y fórmulas a través del humor. Mientras sus padres aluden a certezas de representatividad, ellos se cuestionan y exhiben sus dudas delante de la cámara. Ellos, a diferencia de sus padres, giran la cámara hacia la naturaleza que está frente a ellos, hacia la belleza del instante, hacia la manifestación de la vida.

Más de una vez se ha hablado de la ruptura que ha significado la filmografía de LOS HIJOS en el cine español, pero se suele olvidar que una ruptura per se no significa nada. El valor radica no tanto en el cuestionamiento de lo anterior sino en la nueva mirada que surge de ahí. Y es esa celebración de vida y humanidad, ese mirar a los árboles y a las nubes, la que sitúa la obra de LOS HIJOS dentro de lo más valioso de los últimos años, desde su primer cortometraje, El sol en el sol del membrillo (2008), hasta su último largometraje, precisamente, Árboles (2013).

El de LOS HIJOS es un cine de pensamiento crítico que, lejos de quedarse en las formas irreverentes, sigue descubriendo caminos por transitar. Es un cine que avanza en base a  pruebas y ensayos, que se mueve entre el desenfado de la búsqueda aventurera y la minuciosidad del oficio, como una dialéctica que sólo puede funcionar y subsistir de esa manera.

Porque para LOS HIJOS un “estilo” es una momificación. Es gracias a esta búsqueda que podemos afirmar que sus películas dinamitan los cimientos del cine, iluminándolo.

Fernando Vílchez Rodríguez