La importancia de recordar
Sobre Paso al límite, de Maider Oleaga, por Iria Potti Vázquez.
La cineasta vasca Maider Oleaga reflexiona en su último largometraje sobre la memoria de los espacios, volviendo a temas ya presentes en su filmografía como Euskadi, el hogar, la pertenencia o la identidad. En Paso al límite parte de lo personal y juega con la realidad y la ficción de la historia de la casa a la que la propia directora se mudó en su tierra natal. Oleaga se encuentra con un apartamento en el que vivió una mujer que, como tantas, fue invisibilizada por la historia pero cuya labor durante el franquismo fue extraordinaria: Elbira Zipitria, creó en su casa el germen de una red de escuelas clandestinas y un sistema pedagógico propio del euskera durante la dictadura.
La antigua casa de Elbira es la única localización de esta película, en la que se pueden diferenciar dos partes: una primera en la que la directora va descubriendo a Elbira al mismo tiempo que revive su historia en los rincones de su ahora hogar, y una segunda parte en la que la protagonista cede el plano a personas que vivieron la época de la escuela de Elbira y que la conocieron personalmente.
La narrativa de estos primeros minutos del filme es más introspectiva y experimental. La directora opta por largos planos fijos en los que la fotografía toma gran protagonismo: profundidad, tiros de cámara sugerentes, luz natural sin contrastes que proporciona un aura de paz y expectación… De esta forma, se perciben grandes instancias llenas de pasado, y una amplitud que evoca el vacío de todo lo que aquellas paredes albergaron en su momento. Además, sobre las paredes de la vivienda, Oleaga hace uso de proyecciones de material propio, pero, sobre todo, de cintas y fotografías de la época que crean un choque entre el presente y el pasado. Así, se construye en esta primera parte un tono frío, fantasmal, extraño, una especie de primera toma de contacto en la que nos sumergimos en la propia mente de la protagonista y sus pensamientos al descubrir que su casa tiene una presencia imborrable.
En la segunda mitad de la cinta, la puesta en escena es más relajada y natural, más propia del recuerdo y la añoranza de aquellos a los que Elbira marcó en sus años de vida. Al mismo tiempo, se muestra la cara oculta de la vida de una mujer que acabó sumida en la soledad y el anonimato, a pesar de haber contribuido de manera notable a la cultura y a la enseñanza, así como a la defensa y protección del patrimonio euskera.
Oleaga se reafirma en sus principios, relatando con sumo cariño y delicadeza la historia de una mujer que, como tantas, perdura en el olvido a pesar de su legado. Un fantasma más. Otra mujer invisibilizada.